Hay personas controladoras, que siempre creen que ellas saben más que el otro y son tan obstinadas y resueltas que no están muy abiertas a ideas nuevas. Es difícil trabajar con ellas; con frecuencia no distinguen entre que el trabajo este hecho y que el trabajo esté bien hecho. Su campo de visión se vuelve más reducido y no están abiertas a ideas nuevas y mejores.
Desgraciadamente, el control tiene un precio. Ese espejismo de control destruye, en primer lugar a la persona que lo ejerce y a los que tiene a su alrededor. Suelen encontrarse cansadas irritadas y quemada, no pudiendo disfrutar sus logros y lo bueno que la vida les ofrece.
¿Eres uno de estos controladores? ¿Has percibido en ti mismo los problemas de los que hablamos?
Si crees que puedes necesitar ayuda con este tema, ponte en contacto conmigo y concertamos una cita. ¡Estoy aquí para ayudarte!
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