Cuando trabajo contigo, te escucho, te sigo, te acompaño. Quiero entenderte, no tengo una fórmula mágica que resuelva tus problemas.
Te ofrezco mi cariño, mi escucha, mi paciencia y mi estar. Se de tu estar perdida, a veces, yo también lo estoy. Me encanta acompañarte en tu proceso de crecimiento por ese laberinto de vericuetos que, a veces, es la adolescencia. Es tan bonito cuando por fin ves la luz.
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